Sunday, March 06, 2011

El hombre tranquilo



Algunas películas traspasan las barreras de cine de culto y llegan a convertirse en mito, este es el caso de The quiet man (1952), una de las películas más bellas y entrañables de la historia del cine con la que John Ford obtuvo el cuarto Oscar de su carrera. Sean Thorton (John Wayne) se baja del tren en una estación irlandesa en 1930 y pregunta por Innisfree, todos quieren ayudarle pero ninguno le hace caso, ahí comienzan las discusiones con unos deliciosos diálogos que no paran en toda la película. John Ford rinde homenaje a sus ancestros creando una ciudad idílica que solo existió en su imaginación pero que es un sitio de culto para cinéfilos, hasta el punto de que un director español, José Luís Guerin, llegó a rodar en los 90, un galardonado documental que se llamó Innisfree, en los mismos lugares irlandeses donde se rodó El hombre tranquilo. Aguas cristalinas, valles verdes, cerveza negra, carreras de caballos, peleas de pajar, buen rollo entre católicos y protestantes y todos los ingredientes para ser feliz del mismo modo que lo son los recuerdos que tenemos de los buenos momentos de nuestra infancia, así es Innisfree.

Cuando Thorton ve a la preciosa pelirroja Mary Kate Danaher (Maureen O'Hara) pastoreando con sus ovejas y ella no retira la mirada, ambos saben que están hechos el uno para el otro; pronto comienzan los paseos con el casamentero-carabina, un inefable Barry Fitzgerald que es el gran personaje de la película. El peso de la tradición es muy fuerte y la negativa de Will Danaher (Víctor McLaglen) a otorgar la dote que le corresponde a su hermana dará paso a una genial pelea en la que, según se cuenta, el pícaro Ford se encargó de decir a los
actores, por separado el día antes del rodaje, que ambos estaban hablando mal el uno del otro. El realismo superó a la ficción y McLaglen terminó con conmoción cerebral y Wayne con dos costillas rotas en una escena que resulta más cómica que violenta.

Una obra maestra de costumbrismo y redención en la que al final todos son felices y comen perdices con cerveza negra. Si no la has visto, aprovecha para pasarte hora y media sonriendo hasta que se te quede cara de mejor persona de lo que ya eres.

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