Monday, April 22, 2013

Lo que cuenta es la ilusión



Cualquier día es bueno para leer un libro o para recomendar su lectura; mañana veintitrés de abril es El Día del libro, mi propuesta es una gozada que me agradecerás.
 
Pocos libros han recibido mejores críticas el pasado año que Lo que cuenta es la ilusión (ed. Destino 2012). Su autor, Ignacio Vidal-Foch seguramente será el primer sorprendido ante el boom medíático de elogios recibidos. Vidal-Foch es un "dandy" como se decía antiguamente; pertenece a la Haute Culture, transmite conocimiento sin que se le note ni un ápice de presunción y su diario, ensayo, road-boock, o dietario (¿un guiño a Pla?), como a él le gusta llamarlo es un libro que habla de viajes, sueños, música, poesía y amigos que se fueron y ya no volverán.
La retahila de anécdotas, como la del bastón de Borges que no deja muy claro si aún está en su poder o el extraño capítulo de Shiranhit, son el fiel reflejo de una vida rica en experiencias siempre acompañadas de un gramo de humor y otro de locura. Su dietario, que carece de orden cronológico, roza tintes de sainete en algunos momentos y le situa en los lugares más insospechados como Albania, Lituania, Uzbequistán y su capital Tashkent, Praga o la costa amalfitana, pero siempre vuelve a su Barcelona natal para recordarnos sus comienzos en El Periodico y las vicisitudes por las que atravesó.

Para discrepar un poco, sólo un poco, no me ha gustado la crítica hacia los funcionarios aunque está justificada porque el libro abarca el periodo 2007-2010 y aún no habían sufrido tantas restricciones, entre ellas la retirada de la paga extaordinaria que sin duda ha hecho mella en su economía y en la del país.

Vidal-Foch, rara avis en el panorama cultural, cuenta las cosas con ese porte elegante y refinado, ese distanciamiento propio de la gente con clase que no debe decir ni hacer algo que sea inconveniente pero que tampoco resulta  clasista; para conseguirlo hay que saber escribir muy bien como es el caso.
Su encuentro con los dos catalanes es genial aunque me temo que no gustará  a muchos paisanos suyos; ya lo he reseñado en otra entrada del blog pero no me importa repetirme:

Pág. 211 número 19-711.
Encuentro con una pareja de turistas tratando de descifrar el mapa bajo una farola. En el inglés macarrónico que solemos hablar los españoles me preguntan dónde está la boca del metro...
-Please,! Do you know where is the Underground station? 
-Yes, sure.
Y con ánimo de bromear, prosigo en español con acento "checo"
Sí, yo saber dónde estar metro. Incluso hablo poquito español.
Ah, but we are not Spanish, we are Catalans -dice él. Y con una sonrisita pícara agrega -: But we do understand spanish also, a little bit.
-También entendemos un poquito español -confirma la mujer.
Me los quedo mirando un instante, y reanudando la marcha mascullo:
-I'm sorry I don't understand your language.
La pareja estaba bastante perdida y las calles del barrio muy desiertas a esas horas. Tendrían trabajo en orientarse pero espero que todo lo den por bueno con tal de ir por el mundo pregonando su identidad, tan importante.

Para La Vanguardia es uno de los diez mejores libros del año pasado, espero que os guste.

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Thursday, April 18, 2013

¡Ay, Carmela!




Setenta años y setenta metros separan el chotis Ya hemos pasao que cantaba Celia Gámez en el teatro Alcázar de la calle Alcalá de Madrid, del que cantan en ¡Ay, Carmela! en el teatro Reina Victoria de la Corredera de San Jerónimo. Hoy como ayer seguimos (mal)viviendo las dos Españas de las que hablaba Machado pero afortunadamente sin ruido de sables, ¿para qué? Si los que mandan lo hacen para los ricos.
La nueva versión de ¡Ay, Carmela! Carmela y Paulino, variedades a lo fino, una historia sobradamente conocida gracias a la laureada película de Carlos Saura, tiene todas las papeletas para convertirse en éxito. Andrés Vicente Gómez, un productor al que hay que agradecer que  siempre arriesgue, aunque en esta ocasión tenga el éxito cantado, el director, Andrés Lima, un crack teatral, y los actores, entre los que destaca Marta Ribera, una fiera del musical a la altura de Broadway, Javier Gutiérrez, surgido de la masía de Animalario, y la extraordinaria y bella actriz Inma Cuesta que pone el punto de vulgaridad con acento andaluz que requiere su personaje. Todos están muy por encima del texto.
Las canciones parecen puestas con calzador, si bien todas son muy buenas, entre las nuevas destaca Arrorró para un miliciano de Pedro Guerra y de las de la época el himno fascista Giovinezza, no Geovenezza como reza el programa de mano que te da el acomodador. Tampoco es Ya hemos pasado sino Ya hemos pasao, canción que levantó fuertes aplausos de un sector del público como la habría levantado el contrapunto de ¡No pasarán! mucho más internacional.
La obra peca de indefinición, es un  musical que deja un sabor agridulce, no sale redonda y no está bien rematada. García Sánchez hace una adaptación al musical contentadiza; es lógico que Paulino trate de adaptarse al medio que le ha venido dado sin pretenderlo, pero no que Carmela opte por la vía de defender sus ideas, que ella desconocía, de una manera un tanto ambigua. Con todo, merece la pena ver el musical.

Siempre vale la pena ir al teatro, no olvides que la vida es puro teatro.