Thursday, February 16, 2012

Los Yayoflautas


Algo está cambiando en el mundo de las personas mayores. En Barcelona ha nacido un movimiento que se autodenomina Yayoflautas. A mi no me gusta el término porque me recuerda la manera con la que Esperanza Aguirre, tan proclive al insulto como argumento, definió con el fin de desprestigiarlo al movimiento 15-M: Perroflautas. ¿Por qué no Mayores Indignados o Jubilados Indignados? Ellos han elegido la denominación y hay que respetarla.

Ha surgido de un modo natural, como un soplo de aire, fresco aunque la media de edad sea de 65 años. Sus acciones son, como no podía ser de otro modo, absolutamente pacíficas pero con energía reivindicativa. Lo hacen en contra de los recortes sociales, con la pretensión de defender sus derechos y con la esperanza de que sus hijos y nietos no se vean afectados.

Los yayoflautas se dieron a conocer pocas semanas atrás pasando una mañana en la sucursal de un banco. Tomándola. "Como el más joven tiene sesenta y pico años la policía no se atrevió a desalojarnos", dice una mujer entre risas traviesas. Luego ocuparon la sede del paseo de Gracia de la agencia de calificación “Fich rating España”. Más tarde secuestraron un autobús de la línea 47 haciendo todo el recorrido de ida y vuelta - pagándose cada uno su billete- para informar a los usuarios de la subida de las tarifas. Los detalles del próximo “golpe" se decidirán en una reunión secreta, no lo dan a conocer con el fin de no avisar a Los Mossos. El movimiento no causa indiferencia, hay quienes les miran y apoyan y otros que los miran con reparos, con una sonrisa irónica, algunos incluso con desprecio. Es lo que tiene apostar por el compromiso social; son un montón de jubilados que no necesitan nada, que lo hacen por la juventud actual, rebelándose ante una crisis económica, moral y ética que arrasa al 99% de los ciudadanos mientras el 1% se sigue forrando.

La ola ha comenzado a extenderse por Alicante y Palma de Mallorca y es previsible que lo haga en otras capitales. Vivieron la mitad de su vida en el franquismo y la otra mitad en democracia y no quieren que lo que ellos consiguieron se pierda. Han abandonado los centros de pensionista y dejado de echar pan a las palomas para demostrar, nunca mejor dicho, que también están vivos, por eso toman la calle.


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