Se ha abierto la veda sindical. La campaña orquestada contra CCOO y UGT por todos los medios de comunicación es cuanto menos preocupante. Se han convertido en la diana y todo el mundo se considera con derecho a lanzar dardos. La crítica se centra en los liberados sindicales, pero en realidad afecta a todos los delegados de los trabajadores sin reparar en las consecuencias. Si desaparecen los sindicatos ¿Qué les queda a los trabajadores? La nada, o lo que es lo mismo, la vuelta al sindicato vertical como en la dictadura esperando las migajas y siendo un pelele ¿es ésto lo que queremos?
Ha costado mucho llegar hasta aquí. Años de cárcel y de torturas en la clandestinidad hasta la muerte de Franco. Después, en el fulgor sindical de los años 80, se consiguió El Estatuto de los Trabajadores, una normativa aprobada en el Parlamento que regulaba los derechos y obligaciones de los trabajadores en la que se definían los convenios de empresa, los convenios sectoriales y el comité de empresa que permitía hacer un frente común para la negociación de cara a otro frente común. Por que hay que decirlo claro, los intereses del trabajador pasan por trabajar menos tiempo y cobrar más, mientras que los del empresario se cifran, nunca mejor dicho, en que el trabajador cobre menos y que produzca más. Por tanto, son intereses contrapuestos, lo que no implica de ningún modo que el trabajador quiera cargarse a la empresa que es el único bien de que dispone para llevar el sustento a su familia.
Todo ésto, hoy se convierte en papel mojado gracias a la Reforma Laboral. El Estatuto de los trabajadores se ha convertido, en palabras de Llamazares, en "El Estatuto de los depredadores". Hasta ahora, todas las modificaciones operadas en el Estatuto de los Trabajadores, en sus treinta y cinco años de vigencia, siempre habían sido consideradas insuficientes por los empresarios. Esta vez no. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha obrado el milagro al conseguir que, por primera vez en la historia democrática de nuestro país, la patronal elogie su reforma laboral.
La afiliación en España no llega al 16%. Con un paro juvenil del 50%, un empleo precario del 80% y más de cinco millones de parados ¿qué se puede exigir a los sindicatos? ¿se les puede responsabilizar de una situación como la actual?
Toxo y Méndez llevan años diciendo que éste no es el camino para crear empleo, y la historia les está dando la razón. Proponen alternativas que no son tenidas en cuenta por un sistema depredador que no se recuerda desde los tiempos de Dickens, el humanista y gran escritor inglés que también reflejaba las miserias del siglo XIX.
Los sindicatos han hecho muchas cosas mal; claro que se puede y se debe criticarlos, pero desde la defensa de la dignidad y el derecho al trabajo, no entrando en el juego infame de los medios de información que se encargan a diario de desprestigiar al mundo sindical.
Si aún aspiramos a tener un mundo mejor tenemos que estar con el único bastión que les queda a los trabajadores, no podemos cargarnos a los sindicatos.
El sindicalismo se encuentra atado de pies y manos, se avecinan muy malos tiempos y no conviene que lo olvidemos a la hora de criticar a quien defiende los intereses de los trabajadores.
Por lo tanto: A LOS SINDICATOS UN RESPETO.
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