La historia guarda cierta similitud con la de otro padre, de cuyo nombre no quiero acordarme, que también perdió a su hija de una manera desgraciada. Vaya por delante que es lo último que le desearía a nadie, los hijos deberían trascender a los padres, pero eso sería tanto como pedir justicia a la vida.
Sin embargo, los padres de Marta me producen una ternura especial, no hay agresividad en su comportamiento ni en su mirada, ya no pueden recuperar a su hija, sólo piden justicia, sólo piden saber dónde está el cadáver de su hija, y lo hacen serenamente ¿Hay algo más humano?
Creo que estos cuatro jóvenes no tienen corazón. Las noticias, los video-juegos, la play station, los SMS... . Ellos, como muchos otros de su generación hacen todo deprisa, deprisa. Lo hacen con una pasmosa aceleración que les impide disfrutar pausadamente de la vida y reflexionar sobre las consecuencias de sus actos. Pero estos cuatro en concreto se han excedido, y yo espero que les caiga encima todo el peso de la ley.
La ternura no es patrimonio de las mujeres como se puede pensar, yo he conocido a alguna que era una auténtica roca. Comprendo que puedo parecer antiguo, incluso cursi, pero también creo que tengo derecho a reivindicar un poco de ternura, aunque sólo sea para acercarnos a ese homo sapiens-sapiens del que habla la ciencia y del que yo creo que cada día estamos más alejados, sobre todo, en una época como la actual, tan poco dada a las sutilezas.
Esta entrada en mi blog quizá no se habría producido de no ser porque acabo de ver en TCM Clásico una película deliciosa "La salida de la luna", un John Ford bastante desconocido contando una hermosa historia irlandesa del estilo de El Hombre Tranquilo. Algún crítico entupido llegó a decir que el cine de John Ford era fascista, lo peor es que le dejaron seguir haciendo crítica de cine. Pocos directores como Ford, quizá Frank Capra, supieron resaltar esos valores del ser humano como la ternura, la tolerancia, la solidaridad, hoy desgraciadamente tan en desuso.
Yo, seguiré reclamando a la humanidad un gramo de ternura. Y para los padres de Marta del Castillo justicia, sin rencor, sin odio, sólo justicia y que puedan llorar al lado del cadáver de su hija.
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