Durante siglos, desde la caída del Imperio Romano, la civilización occidental estuvo más condicionada por la influencia eclesiástica que por el desarrollo científico. Mientras tanto, la cultura árabe vivió su apogeo convertida en un generador de adelantos y exploración cultural. Hicieron aportaciones al saber en áreas tan importantes como la literatura, la alquimia, la zoología, la botánica, la geología, la arquitectura,¡la higiene!, descubrieron el álgebra y desarrollaron las técnicas básicas de la astronomía y de la navegación. Introdujeron en España los números que hoy usamos, trayéndolos desde
Marceliano Galiano (Toledo, 1942), se ha documentado muy bien sobre ese gran desconocido que es Al-Andalus visitando ciudades, castillos, conventos y hablando con historiadores, clérigos y arabistas; fruto de ese trabajo, es una novela de un gran valor histórico: El aroma del Arrayán (rdeditores), que además es un precioso cuento como los que contaba Scherezade para alargar sus noches en el que no faltan los sultanes entregados a los placeres del harén, los caballos enjaezados con terciopelo carmesí y los aposentos con aromas de almizcle y aceite de sándalo. Said, su protagonista, nos cuenta como vivian los granadinos en los últimos años del Reino Nazarí. Durante el transcurso de su vida, acompañamos a Said por Al-Andalus y ciudades lejanas de África, a veces en briosos corceles y otras en borriquillo emulando a Ibn Battuta, el Marco Polo del mundo islámico, al que en el Islam llaman "El tangerino que abrazó el horizonte", donde corre mil aventuras, que el lector no desea que terminen.
Un gran trabajo de investigación. Una delicia de lectura, una novela histórica que tendrá un gran éxito en el mundo árabe y, yo espero que también, en el nuestro, porque nos acerca a una España que no nos han querido contar o, peor aún, que nos han contado mal. Es parte de nuestra historia y no deberíamos olvidarla.
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