Friday, November 05, 2010

Un rey en la selva de las letras


Rudyard Kipling (1865-1936) premio Nobel de literatura en 1907 y autor de El Libro de la Selva, escribió deliciosos cuentos sobre animales; a mí me encanta El pequeño Elefante.

La escena de aquí arriba ocurrió hace unos días en El Parque Kruger de Sudáfrica, por fortuna, la manada de elefantes acudió rauda a pisotear al cocodrilo y salvar a su pequeño. La realidad, como casi siempre, supera a la ficción, aunque a veces, como en el cuento, tarde cien años.
Kipling, autor especialmente original y creativo, se apoya en la inocente trama de querer explicar cómo los elefantes obtuvieron su larga y útil trompa, que antes tenían pequeña y encogida. El cuento ya comienza en sí despertando la curiosidad del pequeño lector, quien se sentirá entusiasmado ante la necesidad de conocer las causas de tal metamorfosis. Y es que la curiosidad es la más sana de las necesidades a saciar en la infancia, y también una de las más complejas.

Insaciable es también la curiosidad del pequeño elefante protagonista del relato, que quiere saber qué comían los cocodrilos, y cada vez que lo pregunta, sus familiares -un despliegue de la fauna selvática- le propinan una paliza, a lo cual él ya está acostumbrado y lo acepta “un poco caliente pero nada atónito”. Por recomendación del pájaro Kolokolo, el paquidermo -tremendamente educado- viaja hasta donde viven los cocodrilos para preguntarles directamente a ellos qué comen. Tras el viaje y ante la presencia de una serpiente pitón bicolor se entrevista con el cocodrilo en el río Limpopo, y este le coge de la trompa. El pequeño elefante, que consigue escapar con ayuda del reptil, se queda muy triste con el nuevo aspecto de su trompa, así que la pone a remojo un par de días para que le encoja. Al ver que no lo hace, la serpiente le ayuda a ver las ventajas de su nuevo aspecto: podrá comer sin agacharse o esperar a que los frutos caigan de los árboles y además ¡podrá dar unos azotes con la trompa antes de que se los den a él!

“–¿Qué te parecería que te atizaran de nuevo?- dijo la serpiente.

–Discúlpeme –dijo el pequeño elefante pero eso no me gustaría nada.

–¿Qué te parecería azotar tú a alguien? – dijo la serpiente.

–Eso me gustaría muchísimo, de hecho– dijo el pequeño elefante.

–Bien, verás que tu nueva nariz te será muy útil para azotar a los demás con ella–”.

Cuando llega, sus familiares le dicen que su trompa es fea, y él les da la razón, pero les advierte que también es muy útil y lo demuestra dando a cada uno su merecido. Finalmente todos los elefantes van a ver a los cocodrilos del lago y adquieren la forma que hoy muestran, la misma que obtuvo el pequeño elefante y nunca más nadie azotó a otro animal.
La riqueza del cuento, además de en la ternura y sensibilidad con que está narrado, reside en los destellos de humor que entraña para el adulto. La grandeza de Kipling también se percibe por la ausencia total de complicaciones en el argumento, de explicaciones vacías a favor de la concreción y la claridad del sentido de todas y cada una de sus frases.
El Pequeño Elefante es una historia, muy próxima a su famoso Libro de la Selva, que podría formar parte de la tradición oral oriental.
A Kipling como a Chesterton, como a la mayoría, hay que entenderlos en el tiempo y las circunstancias que les tocó vivir, ambos eran defensores del Imperialismo Británico, pero también dos de los más grandes escritores de todos los Tiempos

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