Corren los años sesenta. El régimen franquista sigue ejecutando personas. Vivimos en la España negra de sotanas, chorchis, funcionarios y tranvías. Un verdugo se jubila, pero necesita para conseguir un piso, que su yerno le sustituya en el cargo. El yerno que no está hecho para semejante labor, trata de escurrir el bulto pero su destino está marcado: tendrá que cumplir con su "trabajo".
Puro esperpento repleto de gags geniales donde Berlanga y Azcona se burlan del régimen y de una censura idiota que entendía muy pocas cosas. ¿Como pudieron colarle esta película? Se trata de uno de los mejores alegatos contra la pena de muerte que se han llevado al cine y de una crítica social y política muy dura. ¿Era una sociedad más simple entonces o somos más tontos ahora? La película es de obligada visión para jóvenes e hipotecados porque muestra como la gente es capaz de trabajar y hacer las cosas más indignas del mundo en el ámbito laboral a fin de poder adquirir una vivienda digna.
Un verdugo puede ser un ser humano si lo encarna Pepe Isbert, un actor que no creo exagerar si digo que estaba a la altura de James Cagney, Edward G. Robinson, o los europeos Aldo Fabrizzi, Paolo Stoppa, Michel Simon o Jean Gabin. "Yo creo que todos los hombres deberían morir en su cama" dice el pobre José Luis -grande Nino Manfredi- convencido de lo que dice pero sin capacidad para convencer a nadie para su desgracia. Emma Penella, con una carnalidad más propia del neorrealismo italiano está genial en su papel de hija y mujer de verdugos.
Como en la buena música, en un buen cuadro o en un gran libro, la película tiene varias lecturas y todas buenas. En el guión, la dirección y la interpretación.
Hasta siempre Maestros.
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