Norman Bethune (1890-1939) fue uno de los hombres más extraordinarios del siglo XX. Héroe nacional en su país, Canadá, también lo es para mil trescientos millones de chinos y yo espero que algún día lo sea igualmente para los españoles, como agradecimiento a tantas vidas como salvó.
Jesús Majada, escritor que nos acercó a su figura mediante el libro "Carretera Málaga-Almeria, febrero, 1937)", presenta la exposición: Norman Bethune. La huella solidaria, en el Centro de Exposiciones de Benalmádena, hasta el 29 de noviembre. Una valiosa colección de testimonios gráficos de unos hechos que jamás debieron ocurrir: la diáspora de más de cien mil personas por la carretera de Málaga a Almería en febrero de 1937.
El Dr. Bethune, es jefe de servicio de Hospital Sacre-Coeur de Montreal, cuando se entera del comienzo de nuestra guerra civil. Junto a otros 1.700 canadienses de los cuales fallecieron 721 se apunta a las Brigadas Internacionales y se dirige a España. Al llegar a Madrid, lo instalan en una mansión de la calle Príncipe de Vergara con su equipo de transfusiones y durante tres días hace un llamamiento a los madrileños por la prensa y la radio para que donen sangre. Las previsiones se desbordan, se presentan más de 2000 personas; diez días después el Dr. Bethune realiza la primera transfusión sanguínea en la Ciudad Universitaria y con la simple premisa “que la sangre busque a los heridos”, consigue una furgoneta Ford, instala un frigorífico, un esterilizador y diverso material quirúrgico inventado y financiado por él y se dedica a recorrer varios frentes introduciendo una innovación médica extraordinaria: crea la primera unidad móvil de trasfusión de sangre en el mundo.
El “Doctor Sangre” como se le conoce en la zona republicana se encuentra en Barcelona cuando se entera de la huida en masa de Málaga a Almería y se pone en marcha de inmediato para auxiliar a los heridos.
Durante cuatro días casi sin descansar, el Dr. Bethune y sus ayudantes, el también canadiense Hazen Sise y el ingles Thomas Worsley salvan docenas de personas con su ambulancia. Fue, en palabras de Bethune “…la más grande, la más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos”.
Ante la incomprensión de algunos mandos republicanos decide irse a China, entonces en guerra con Japón, para seguir enseñando cirugía, salvar vidas y atender heridos. Durante una operación se corta y contrae una septicemia que le cuesta la vida. Hoy, en muchas plazas de ciudades chinas, rinden homenaje a su memoria mediante bustos que representan la figura de Norman Bethune.
La memoria es el reflejo de nuestra identidad, si nos la quitan, nuestra vida es un sin sentido.
Las fotografías de la exposición, como las imágenes que tenemos de la guerra civil y que almacenamos en nuestra memoria quienes no la hemos vivido, son en blanco y negro, pero como nos recuerdan los sobre vivientes: El mar era azul, la sangre roja y la muerte negra.
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