Los ratones knockout, la cacotanasia, la fisión binaria, el Stem Cell, la ortotanasia etc. son temas desconocidos para un neófito en la bioética pero sin duda apasionantes cuando te los cuenta Javier Sádaba (Portugalete, 1940) en un ensayo, Principios de Bioética Laica (2004, Gedisa editorial) con ausencia de dogmatismo y con sencillez para una mayor comprehensión de neófitos entre los que me encuentro.
Entre el cúmulo de preguntas que plantea, hay alguna que te deja con la mente en blanco por el efecto sorpresa que produce en el lector ¿que trato le daríamos si se nos presentara ahora un autrolopitecus o un nearthental?
No es cuestión de decir que sí a todo, por el simple hecho de que sea innovador tener una mente abierta a la investigación científica y considerar que es acorde con el pensamiento laico, humanista, racional etc... y por otra parte tampoco habría que negarse a los avances científicos como ha sucedido tradicionalmente por las mentes más conservadoras con el argumento de que es mejor dejar las cosas como están o que hay que poner freno porque de lo contrario seria un desmadre de imprevisibles consecuencias. En la primera decisión actuaríamos como un papagayo diciendo que sí a todo sin cuestionarnos nada y en la segunda seriamos un avestruz que cree que escondiendo su cabeza no se mojará en caso de lluvia. Ambos términos nos acercarían a los animales irracionales (?) y, si bien no estamos tan lejos de ellos como algunos piensan, quizás no sea el camino más adecuado, por tanto, habremos de llegar a acuerdos, que, en esto como en tantas cosas en la vida, son absolutamente necesarios para avanzar.
Es el eterno debate entre ciencia y religión y un conflicto de intereses de muy difícil solución por cuanto el conocimiento aleja al hombre de la religión, pero ésta sigue jugando un papel fundamental, no tanto en cuanto poder con capacidad de decisión, sino por asentamiento social -que no rigor moral- que de ninguna manera podemos soslayar.
Sádaba se sigue y nos sigue haciendo preguntas sobre algunos conceptos como la dignidad, la libertad etc, y, curiosamente en una de las mentes más brillantes del panorama filosófico español, no desarrolla ninguna teoría, sino que deja la filosofía para el lector, así que yo no voy a desaprovechar la ocasión: con el concepto dignidad jugamos todos, creyentes y no creyentes. La dignidad, como la libertad o el derecho a la vida son conceptos abstractos sujetos a un sinfín de interpretaciones, no es lo mismo la libertad de la que habla Israel, que de la que habla Palestina, por ejemplo, ni la interpretación sobre la defensa del derecho a la vida que hace un objetor que está dispuesto a ir a la cárcel con tal de no matar a un semejante en el campo de batalla, que la que hace la Conferencia Episcopal española tan preocupada por el aborto, pero tan despreocupada por el soldado que no quiere matar.
También se puede desmoronar el peso de la ideología cuando se trata de nuestra salud, un buen ejemplo de ello lo tenemos en el matrimonio Reagan, a raíz de descubrirse que el ex presidente padecía Alzheimer, la Sra. Reagan no tuvo empacho en abogar por la investigación con células madre, a pesar de sus creencias ultra conservadoras y muy cercanas a la línea creacionista. Sin ir tan lejos, en nuestro país, con uno de los sistemas de cobertura médica por parte del estado más avanzado del mundo, son muchos los ciudadanos que suelen denominarlo "la inseguridad social", salvo cuando tienen que ir a urgencias claro está. Alonso Quijano lo definía muy bien: "cosas veredes amigo Sancho..."
Estamos en un proceso en el que la ciencia-ficción que conocíamos se ha convertido rápidamente en realidad. Nos encontramos con puertas cuyos pomos jamás habíamos visto antes, y nuestros asideros carecen de fijación, pero también estamos entrando en un mundo apasionante para aquellos que quieran atreverse a saber, y Sádaba, instalándonos en la duda como punto de referencia, nos enciende algunas bombillas.
La conclusión es una de las pocas cosas que Sádaba deja muy claro en el libro: la bioética o es laica o no es.
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