Desde hace un tiempo tengo la impresión de ir con el paso cambiado cada vez que me recomiendan una película. Amigos y crítica han puesto por las nubes I'o sono l'amore; a mi no me ha gustado.
Película pretenciosa lenta y a veces cursi sobre una familia de la aristocracia italiana en plena decadencia. La relación poco creíble entre la Sra. y el cocinero amigo de su hijo parte del deleite hasta casi llegar al orgasmo ante un plato de langostinos que deja prendada a la Sra. Recchi. Desde ahí, todo es falso llegando a algunos momentos que te pueden hacer sentir vergüenza ajena como cuando la pareja principal hace el amor en el campo y la cámara se recrea con los insectos que se posan sobre las florecillas silvestres. La música tan celebrada de John Adams es estridente entra de forma indebida y altera el ritmo del film. El director se muestra tan preocupado por los encuadres que se olvida la dirección de actores que, por otra parte, no son nada del otro mundo. En fin, si este es el resurgir del cine italiano y Guadagnino su director, el heredero de Visconti como dicen algunos, apaga y vámonos.
No es verdad que todo en el cine sea mentira. En las películas de Luchino Visconti, el mobiliario, la cubertería y los cuadros eran auténticos, pertenecían a colecciones particulares de la aristocracia de la que él formaba parte y hacia compatible con su militancia comunista para extrañeza de algunos. Era otro cine con obras maestras como El Gatopardo, Confidencias, Muerte en Venecia etc., con las que el conde Lonate Pozzolo -título de Visconti- nos reconfortaba con el séptimo arte.
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