Se echan de
menos políticos como él. Por eso creo que acerté con la portada de Nuevas del
Aire en su despedida. Seis meses antes, el profesor Tierno Galván, me había
concedido una entrevista en la que hablamos de lo divino y de lo humano hasta
que su secretaría me lo permitió. Con anterioridad había entrevistado a Santiago
Carrillo, Gerardo Iglesias, incluso a Manuel Fraga. Cuando me concedieron la entrevista
con este último, se convocó una reunión urgente de la Junta Rectora de la
Cooperativa de auxiliares de vuelo de aviación civil que era quien editaba la
revista y, como no se fiaban de las preguntas que le podía hacer a Fraga un
rojo como yo, decidieron que me acompañara el Presidente de la cooperativa, un
gallego muy facha que nada más llegar a la sede de Alianza Popular se puso a
hacer reverencias a todo el mundo hasta que apareció el líder, entonces casi le
lame los zapatos. Fraga aguantó veinte minutos mis preguntas incómodas mientras
mi acompañante alababa lo rica que debía de estar la queimada que elaboraba el ínclito.
No es por echarme flores pero creo que los dos
años que llevé la revista fueron los de máximo esplendor. Se autofinancíaba con
la publicidad que conseguí y con la que me dejó Quino e incluso nos sobraba
dinero que naturalmente revertía en la cooperativa. En alguna ocasión hicimos
una tirada de cinco mil ejemplares para tratar de que llegara a todos los
tripulantes y a todas las delegaciones de Iberia en el mundo.
Todo iba muy
bien hasta que Almodóvar me concedió una entrevista. Yo solía ir a jugar al póker
con profesionales a la timba de Pepe el Guapo, también apodado “el niño”, donde
no faltaba de nada. Estaba en el primer piso de la calle Lope de Rueda 4 y Almodóvar
vivía en el piso de arriba, ambos nos cruzábamos a menudo en la escalera y
también nos veíamos a veces en el sótano de la casa donde vivía un abuelo que tenía siempre el puchero en la lumbre y carecía de luz artificial pero que tenía muy buen “material”. Aún no sé cómo
pero ya puedo decir que sobreviví a la movida de los ochenta. El caso es que
como todas las entrevistas tenía que autorizarlas la junta rectora y yo les
daba muchos problemas decidieron convocarme para decirme que: “No era
conveniente por el buen nombre de la cooperativa que entrevistara a un homosexual
porque había compañeros a los que les podía molestar”. Naturalmente dejé la
revista que ya nunca volvió a ser la misma y ya os podéis imaginar todo lo que
les dije a la Junta Rectora.
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