En más de veinte países alrededor del mundo cientos de miles de niños soldado son arrancados de sus familias y obligados a cometer todo tipo de atrocidades. Son los niños de la guerra, niños que son obligados a sujetar un arma y en cuanto pueden mantenerla entre sus manos son enfrentados a la muerte. Las niñas son utilizadas como detectores humanos en campos minados y convertidas en esclavas sexuales. Las secuelas físicas y psicológicas serán imposibles de borrar para el resto de sus vidas. Entre mocos, moscas y miradas de adultos, aprenden a disparar y a matar sin saber por qué y son mutilados o mueren sin haber tenido tiempo para jugar. Es un azaroso destino donde la vida no vale nada. Éste es un drama terrible, pero también existen otros niños desde una distinta concepción del mundo, son:
Los otros niños de la guerra.
En EE.UU. mueren cada día quince niños por accidente jugando con armas de fuego. El 50% muere en su propia casa. Todo el mundo sabe que EEUU tiene un problema con las armas de fuego, excepto ellos mismos. Es un problema de difícil solución en un país donde es más fácil comprar un arma que un medicamento y donde el derecho a portar armas está más arraigado de lo que nosotros podamos entender.
El sarcasmo que supone la ultradefendida Segunda Enmienda, que permite portar armas de fuego, hace que padres paranoicos enseñen a sus hijos a disparar desde la más tierna infancia y a manejar un AK-47 mejor que un alfil en un tablero de ajedrez, en un juego que, demasiadas veces, se convierte en una tragedia. Se acogen a los más peregrinos argumentos para defender su derecho a armarse, algunos recurren a Martin Luther King, para decir que hoy el apóstol de la desobediencia civil no violenta estaría con ellos y otros que en Alemania, el control de las armas de fuego permitió el éxito del Holocausto.
Los padres, que debieran ser los que inculcaran a sus hijos valores morales y sociales positivos, son responsables de esta espiral sin fin, cuyos resultados finales son las matanzas en los colegios. La defensa de la posesión de armas es un símbolo cultural pero también una palpable demostración de una sociedad enferma. ¿Qué futuro quieren para sus hijos?.
Mis hijos nunca tuvieron juguetes bélicos, cuando jugaban de pequeños a buenos y malos disparaban con el dedo índice que es la mejor manera de matar si es que hay alguna buena. Por eso me cuesta tanto entender que después de la última matanza que se llevó por delante a 26 personas –entre ellas, 20 niños- en la escuela de primaria de Newton (Connecticut) el 14 de diciembre de 2012 se acabara el stock de armas de los almacenes Walmart en cinco Estados y que la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés) aumentara en 100.000 la ya importante cifra de 4.300.000 afiliados.
Demos una oportunidad a la paz como cantaba Lennon, porque de no hacerlo, estámos abocados a la barbarie.
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