Lejos de Tokio, más allá de las montañas y los ríos, se haya el País de nieve, un lugar al noroeste de Japón donde nieva más que en ningún otro sitio del mundo. Allí, en una estación termal para el turismo de invierno sitúa su relato el Nobel Yasurami Kawabata.
Shimamura, un rico comerciante de Tokio regresa al País de nieve atraído por la belleza de la estación y el tradicional estilo de vida. Pero vuelve especialmente por Komako, una joven aprendiz de geisha que conoció en un viaje anterior. Komako es una bella mujer vulnerable a sus propias emociones que madura ante los ojos de su amante. El amor apasionado que Shimamura despierta en Komako le plantea un dilema: incapaz de corresponderlo, pero a la vez fascinado por su intensidad, optará por repetir y prolongar su estancia en las termas aprovechando la distancia perfecta que le ofrece la relación huésped-geisha. Un tercer personaje, la misteriosa Yoko, teje su destino al de la pareja, con el blanco de la nieve como trasfondo y presencia continua. En este espacio mágico, uno tiene la sensación de haber tenido un encuentro con la belleza, que se nos escapa sin haberla podido poseer en su totalidad, como sucede en los delicados y poéticos haikus, que brevemente dejan asomar una simple intuición de la poesía más sutil. La novela tiene un cierto tono melancólico proporcionado por esa especie de realismo mágico que destila el talento del escritor que se suicidó a los 72 años.
Kawabata, conocedor de la psicología femenina, juega con la imaginación del lector sin ser demasiado descriptivo. Esta economía de medios concede una elegante sobriedad a la narración, que dota de sentido los actos más mínimos e intrascendentes. Sólo los escritores realmente grandes pueden permitirse el lujo de decir mucho con tan poco.
Leer la novela durante el trayecto Santander-Madrid en tren ayuda al goce intelectual. Al pasar por Alar del Rey a primera hora de la mañana, un fino manto de nieve cubre sus calles aún sin ensuciar; las tierras palentinas son un paisaje ideal para disfrutar País de nieve, tan llena de sensibilidad.
Si la historia fuese la contraria,en medio de un paraje idilico de Japon la mujer rica enviciada con el joven prostituto, quizas no habría habido el mismo goce intelectual...
ReplyDeleteHasta que punto la literatura es parte responsable del sexismo..La simbología nazi está censurada, las demás no.
ReplyDeleteLa Novela y sus autores no son inocentes..la ficción sigue siendo el vehículo de trasmision de la decadencia humana..
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