Tuesday, August 14, 2012

Mis células y yo








 CUENTO PATAFÍSICO

Con frecuencia mantengo conversaciones con las células que me conforman; en nuestra relación de amor-odio pasamos por fases de charlas amenas o de broncas sin freno.
Las cosas en nuestro organismo no funcionan igual que en el mundo exterior; como no hay jerarquías, tengo que hacer un esfuerzo de introspección para dirigirme a mis órganos. Mis glóbulos blancos, por ejemplo, libran una gran batalla diaria en defensa de sus intereses que son los míos, pero son un gran ejercito sin jefe, sin cabecilla, por no tener no tienen ni interlocutor válido.
Imagínate que hablas con el apéndice o con la próstata; de tener un jefecillo o, incluso un mando intermedio, solo habría que hablar con él y hacerle la pelota o negociar, incluso comprarle como si fuera un concejal de obras. Pues no, las cosas no son tan fáciles, funcionan como un banco de peces que ante el peligro suelen girar todos a la vez y si se les ha puesto en las narices hincharse y complicarte la existencia lo hacen. Son como el pitufo gruñón, lo hacen por joder.
Cuando consigo comunicarme con las células de mis órganos, sé que me he introducido en un harén donde no mando nada, ellas campan a sus anchas y, dependiendo de su estado de ánimo, lo mismo me bailan la danza del vientre que me hacen un tacto rectal.
Eso si, desde que dejé de fumar tengo al corazón contento; es muy agradecido cuando lo paseo por el barrio. Los pulmones están en la misma línea y me aseguran que de momento no piensan meterse en ningún charco. Sin embargo, cuando las células del hígado me prohibieron el gin-tonic tuve con ellas unas palabritas:
- ¡Que os habéis creído, so listas!, el órgano que no se ejercita se atrofia. No paraban de reírse; que soberbio es el poder.
Con las del páncreas no me hablo, no aguanto a los traidores, no dan la cara, mira lo que le hicieron al pobre Patrick Swayze, traidoras…
Ahora, de verdad, de verdad a las que no aguanto son a las adiposas, no las soporto, son como ese marido que se aplasta en el sofá con la cerveza y no hay quien le quite el mando de la tele. Se tumban a la bartola y no hacen nada más que pedir, y danos y danos… Hace unos meses acudí a Corporación Dermoestética a hacerme una liposucción,
-
-Dr. Quiero que me deje el cuerpo como el de un bombero

-Le va a doler…

-No importa, aspire hasta que yo le diga...

-Le va a costar…

-Bueno, de eso ya hablaremos…


De esto hace seis meses y ya estoy otra vez igual y además empeñado hasta dentro de diez años. Dicen que me echaban de menos ¿No es para odiarlas?
El estómago se queja de tanta sopita caliente y verdurita a la plancha; dice que a ver cuando le doy una alegría con una mariscada, que soy un tacaño, que no me explico etc. En Reyes le regalé una cigalita, una nécora y un puñado de percebes. Teníais que verlo, aplaudía hasta el píloro.
Aunque de verdad las que están “pa’llá” son las del cerebro, ¿tú crees que es normal lo que me obligan a escribir? ¿No se estarán “trabajando” algún ictus?
Si es lo que yo digo. No te puedes fiar de nadie.





2 comments:

  1. Que bueno, me encanta, hacia tiempo que no leía tu blog, que ahora me escribes a Gmail que no lo abro casi nunca.

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  2. Buenísimo, me encantan tus cuentos patafisicos

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