ANTONIO Aramayona, Profesor de Filosofía 23/05/2012
Autor de varios libros, republicano y defensor de un estado laico, este es su último artículo en El Periódico de Aragón.
Gota a gota
Se derrumban cajas y bancos por el suelo hispano, pero sus dirigentes salen de rositas, además de forrados.
Comienza de forma casi imperceptible: una gota de agua se filtra en una cueva transportando depósitos minerales. Tras esa gota van sucediéndose lentamente otras muchas, que van dejando al caer una minúscula capa de calcita, hasta que finalmente se forma una estalactita, producto de un proceso de siglos e incluso milenios. A su vez, esas gotas de agua mineralizada van cayendo lentamente, formando en el suelo estalagmitas. A lo largo de mucho tiempo, incluso llegan a unirse estalactita y estalagmita, configurando así una columna dentro de la cueva.
Así sucede también en y con nuestra existencia personal y colectiva. Van sucediéndonos cosas, a menudo imperceptiblemente, quedando depositadas en nuestras mentes y acabando por formar parte de nuestra identidad. Nace así también en el inconsciente colectivo la idea de que poco podemos hacer ante lo que va aconteciendo, como si alguna entidad misteriosa estuviese por encima de nuestras voluntades rigiendo nuestros destinos.
Son millones de pequeñas gotas vitriólicas que van corroyendo el ánimo. Me pregunto, por ejemplo, qué habrá sido de esas tres bolsas de plástico negras que contenían 1,5 millones de euros en billetes de 500, que fueron mutando en 1,2 millones a las pocas horas y en 450.000 euros al día siguiente en la comisaría de policía. La pregunta no interpela solo a las dueñas del dinero, unas monjas cistercienses de Zaragoza, sino sobre todo a la policía, la inspección de Hacienda y la fiscalía que deben de estar investigando (¿o no?) sobre el caso. Y a los medios de comunicación. La cosa es que nada ha vuelto a saberse, bien por el fugaz devenir de las noticias o más bien por el posible interés de algunos por que todo quede enterrado en el monte del olvido.
Y sigue el goteo. El fiscal limita la responsabilidad del Yak-42 a solo dos de los seis mandos imputados y el Gobierno acaba por indultarlos de la inhabilitación especial por falsear la identidad de 30 de los 62 militares fallecidos. Entretanto, Federico Trillo, por aquel entonces flamante ministro de Defensa (¡viva Honduras!), ostenta su nuevo cargo de embajador de España en el Reino Unido.
Otra gruesa gota de calcita (¿o es ácido sulfúrico?): el Gobierno de Zapatero, perpetra uno de sus últimos descomunales yerros e indulta apresuradamente también al consejero delegado del Banco Santander, Alfredo Sáenz, de la condena de tres meses de arresto e inhabilitación que le había impuesto el Tribunal Supremo. Por no irle a la zaga, el Gobierno de Rajoy, tras autorizar subidas de precios en la electricidad y el gas, aprueba una amnistía fiscal que permite a los defraudadores y evasores regularizar el dinero negro evadido y defraudado a cambio de pagar un simple gravamen del 10%.
Crece la estalactita dentro de nosotros, a la vez que escuchamos sin cesar el mensaje de que es idiota quien aún espera igualdad y justicia en el mundo, pues solo parece realista y válido sumarse al reducido montón de ricos, "winners" y demás sanguijuelas de la población nacional y mundial que viven cada vez mejor a costa de la ruina del resto. Se derrumban cajas y bancos por todo el suelo hispano, pero sus dirigentes salen de rositas, además de forrados a base de indemnizaciones, pensiones y blindajes varios, en lugar de ir al juzgado y a la cárcel. Juegan con ese gota a gota sobre cada uno de nosotros para no salir a la calle a reclamar por las buenas (o por las malas, depende de ellos) justicia e igualdad.
Los dependientes deben hacer aún más deberes para poder ser atendidos, pues el Gobierno ha decidido endurecer las condiciones para poder ser tenidos en cuenta. Para colmo, a Carlos Dívar, presidente del TS y del CGPJ, no le ha rozado todavía una mosca, pero Arnaldo Otegi sigue en la cárcel hasta 2016 por razones que enrojecen al observador neutral.
Entre todo este trepidar de la estalactita que va creciendo día a día dentro de cada uno de nosotros, algunos ayuntamientos se caen del guindo y estudian cobrar el IBI a la iglesia católica. Hacen lo que algunas asociaciones, como Europa Laica, llevan reclamando desde hace años, si bien ajustando mejor el punto de mira: mientras estén vigentes el Concordato de 1953 y los Acuerdos de 1979 entre el Estado Español y la "Santa Sede" (¡), la iglesia católica goza de exención total, entre otros, de los Impuestos sobre Sucesiones y Donaciones y Transmisiones Patrimoniales, de la Contribución Territorial Urbana de los siguientes inmuebles, de los impuestos reales o de producto, sobre la renta y sobre el patrimonio y de las contribuciones especiales y de la tasa de equivalencia, así como a los beneficios fiscales previstos para las entidades sin fin de lucro. Esos alcaldes deberían ante todo preguntar a sus partidos y dirigentes por qué llevan treinta años sin osar poner en cuestión ni el Concordato ni los Acuerdos.