Durante años, mi amigo Carlos Berrocal y yo viajábamos por el mundo con el ánimo "tremendamente vacilón". Nunca nos tomamos nada en serio, empezando por nosotros mismos, y así seguimos conscientes de lo efímero de nuestra existencia y de que hay gente tan estúpida que vive como si fuese a durar doscientos años. En nuestro caminar por sitios de los que ya hemos perdido la cuenta, solíamos improvisar a la hora de comunicarnos con gente de lo más insospechada, pero nuestras respuestas no variaban mucho ante dos preguntas clave: de donde eramos y a que nos dedicábamos. A la primera pregunta contestábamos que eramos japoneses y no parábamos hasta convencer a nuestros interlocutores de que se puede ser japonés sin necesidad de tener la piel amarilla y los ojos rasgados, obviamente sin enseñar nuestra documentación, algo que nos habría delatado. Y a la segunda, nos definíamos como artistas de circo. Yo era el lanzador de cuchillos y él el hombre bala o al revés, pero eso si, dependiendo de la ocasión, mi madre o la suya, era la mujer barbuda. Si venia con nosotros alguna compañera no era raro que le diéramos el titulo de Domadora de Pulgas, por eso, después de ver la diminuta carpa en la plaza de Pombo no he podido resistirme a conocer el espectáculo de la compañía belga Petit Miracles.
El gran Panzani, domador de las fieras, nos explica la procedencia mientras las mantiene a raya con el látigo: "Mimí, la más pequeña de las tres, viene de China, la encontré en un tigre y como está alimentada con la sangre de ese animal tiene más fuerza que ninguna y es la malabarista; luego viene Zazá, la pulga peruana que encontré en el lago Titicaca y como está acostumbrada a las alturas del Perú es la equilibrista y da los saltos mortales sobre la minipiscina; y por último está Lulú, la encontré en las faldas del volcán Etna y es la única pulga del mundo que escupe fuego, la reconozco porque huele un poquito a quemado".
El Circo de las Pulgas estuvo a punto de desaparecer por la llegada de los jabones y la higiene allá por los años 40 del pasado siglo pero se ha recuperado con mucha fuerza y gran éxito debido a que no tiene nada que ver con lo virtual. Recupera la tradición burlesca de las barracas de feria, es puro ingenio, manipulación y poesía, y grandes y pequeños salen agradecidos después de ver la actuación. Hoy sólo funcionan dos Circos de Pulgas en el mundo.
Es también un espectáculo donde los adultos recuperan su alma de niños y encuentran la fantasía. Recuerda que sin fantasía se puede vivir, pero, hazme caso, no vale la pena.
¡Precioso texto!
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