Vivimos una dictadura financiera a la que llamamos democracia pero en realidad no pintamos nada. La globalización acabó con las fronteras dejando a los patriotas sin su razón de ser y la desregulación terminó con el mundo empresarial tal como lo habíamos conocido hasta entonces. Los gobiernos no mandan nada, son simples mandos intermedios de un sistema en el que están obligados a defender hasta lo indefendible. Les dejan que manejen los dineros públicos siempre que no toquen lo intocable: Iglesia, Militares, Grandes Capitales y a La Banca. Si éstos lo hacen mal el dinero público acudirá raudo a salvarlos. Tienen que dar la cara ante los electores que creen elegirlos para que gobiernen y para ello no dudaran en mostrar su "gran preocupación por el desempleo" y decir que su prioridad número uno es "la creación de puestos de trabajo". Todo mentira como refleja crudamente la realidad. Los eufemismos con los que se dirigen a nosotros son un insulto: llaman “fractura social” a que haya cada vez más ricos y cada vez más pobres, ni siquiera se atreven a decir injusticia social o escándalo social. Al sistema empiezan a sobrarle los parados y los enfermos crónicos o terminales: hace poco la Viceconsejera de Sanidad de Madrid ha afirmado: -“¿Tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema?" Y se quedó tan ancha. Ella, en realidad, ni siquiera sabe que es un mando intermedio, aunque, eso sí, vive muy bien a nuestra costa. "El mando intermedio es aquella persona susceptible de sumisión o esclavitud", dijo Marx hace ciento sesenta años, hoy podríamos ampliarlo con...y corrupción.
En el siglo XVIII eran los negreros, en el XIX, los capataces, en el XX todos aquellos encargados que muchos llegamos a conocer en pequeñas y grandes empresas y que creían estúpidamente que la empresa eran ellos; hoy el escalón ha subido unos cuantos peldaños y los encargadillos de hacer el trabajo sucio son los Obama, Cameron, Merkel o Rajoy. Están obligados a acicalarse a diario y a soltar palabras huecas para engatusar al personal, pero tampoco pintan nada. Los otros, los que manejan las redes transnacionales y juegan con el dinero virtual en el casino de las finanzas son los que lo rigen todo, ni saben de ética ni necesitan tener sentimientos, es más, no les preocupan estos temas. Se rigen por la máxima de Lobknecht, “La ley básica del capitalismo es tú o yo, no tú y yo”
Viviane Forrester dijo muchas de estas cosas como algo premonitorio en 1996 en su libro El horror económico (Fondo de Cultura Económica) en su denuncia descarnada de la globalización. El tiempo le ha dado la razón.