Carta abierta a Marta Domínguez:
Aunque aún no hayas sido juzgada, las pruebas contra ti son abrumadoras; eres un nuevo juguete roto y, en tu caso, por voluntad propia.
Todos los aficionados al deporte corríamos contigo cuando participabas en una carrera, te empujábamos y nos alegrábamos cuando ganabas como si fueras de nuestra familia. Pocos atletas pueden sentirse tan admirados como tú lo has sido. Eras sencillamente "una de las nuestras". Representabas la mejor expresión de lo que se puede conseguir con esfuerzo y dedicación. Todos creíamos en tí y te queríamos.
¿Que derecho tienes a matar nuestras ilusiones?
Los valores que, en nuestra ignorancia, pensábamos que poseías se han truncado por completo. Has tirado por los suelos la ya maltrecha imagen del atletismo español . Hoy sabemos que en el mundo del atletismo se te conocía como "la camella". ¿Tan alta te veías que pensabas que nunca actuarían contra ti?
Tenías grandes ingresos como deportista, como becada, como vicepresidenta de la Federación Española de Atletismo, como portadora de grandes marcas de publicidad y también como concejala. ¿No tenias bastante? Es condenable, pero se puede disculpar al atleta que se dopa para conseguir una marca, pero quien negocia con la droga para lucrarse sin tener problemas económicos, como es tu caso, no tiene la menor disculpa, ni siquiera te importó manchar la cinta rosa que te regaló tu abuela, ahora es una cinta negra.
En un país donde la mitad de sus ciudadanos tienen problemas para llegar a fin de mes, un comportamiento como el tuyo es sencillamente indigno. Te ha perdido la codicia, querías más...
A tus vecinos parece que les es indiferente lo que hayas hecho; ya te han perdonado, como anteriormente hicieron otros con Julián Muñoz y La Pantoja; este país es así. Es la España cainita, siempre dispuesta a perdonar o a condenar. Yo, como seguidor del deporte, no puedo perdonarte. No nos has respetado y no te mereces que lo hagamos contigo los que disfrutamos el año pasado en la final de los 3.000 obstáculos.
Cómete tu medalla que parece ser lo único que te importa: el vil metal.